El
paramilitarismo es un fenómeno criminal que continúa
creciendo, a pesar de las medidas oficiales anunciadas y en
parte desarrolladas para contrarrestarlo, sigue debilitando
la legitimidad del estado, cuenta con ciertos apoyos sociales
y políticos y continúan las denuncias que comprometen
por acción u omisión a sectores de la fuerza
pública con este tipo de proyecto contrainsurgente.
Los paramilitares han pasado a la oposición armada
frente a la política de paz, buscan impedir la Zona
de Encuentro acordada con el ELN en el Sur de Bolívar
y realizan ataques directos y amenazas incluso contra el Alto
Comisionado para la Paz.
Por
su parte, la actuación de la guerrilla sigue manteniendo
políticas y formas de actuación que ocasionan
un alto margen de violación a las normas humanitarias,
de ataques desproporcionados, tomas de rehenes, secuestros,
uso del terrorismo, amenazas y homicidios por fuera de combate.
Paradójicamente
las comunidades, territorios y municipios que se declaran
autónomamente como espacios de paz y convivencia, como
los resguardos de los pueblos indígenas, territorios
de afrocolombianos y municipios comprometidos con acciones
de ejercicio de la soberanía popular en varios departamentos,
son especialmente atacados por distintas partes contendientes.
En
las actuales condiciones cuando la población sufre
los mayores costos del conflicto armado, el cese al fuego
podría disminuir drásticamente tales efectos.
En consecuencia, el movimiento de derechos humanos, los movimientos
de paz y la comunidad internacional proponen asociar su logro
a compromisos precisos para avanzar en la recuperación
de las graves crisis en derechos humanos y en derecho humanitario.
Su
importancia a juicio de las Naciones Unidas podría
conducir a consolidar las condiciones hacia el entendimiento
posterior en términos de un acuerdo de paz definitivo,
advirtiendo que las obligaciones de respetar y proteger a
la población civil, excluyéndola de las hostilidades,
son imperiosas e innegociables. Así lo afirma Anders
Kompass:: "Es necesario recalcar que ni en este Acuerdo
ni en un acuerdo humanitario pueden negociarse las normas
y obligaciones internacionales. El derecho internacional exige
el respeto de esta normativa cuyos beneficiarios son todas
las personas. Por lo tanto, las partes no pueden arrogarse
la facultad de decidir sobre los derechos que no están
dirigidos a sus propios intereses sino a la protección
y el bien común de todas las personas".
En
la actual situación ante una guerra altamente degradada
no puede admitirse la opinión de que una tregua en
las hostilidades y la posibilidad de ordenar el cese al fuego,
son un asunto del futuro y circunscritos a un pacto de paz
definitivo. Por el contrario, dentro de los factores políticos,
sociales y militares a considerar para conseguirla, se fundamenta
su necesidad mediante un acuerdo inmediato, de carácter
parcial y considerando compromisos humanitarios.
POSIBILIDAD
DE UN ACUERDO DE CESE AL FUEGO
Las
hostilidades militares por su carácter demandan iniciativa,
ofensiva y avance de las partes, a cada ofensiva sobreviene
una contraofensiva, los éxitos o las derrotas necesariamente
derivan en planes tácticos y estratégicos para
conseguir mayores ventajas y elevar la contundencia militar
en acciones de diversa índole.
Un
cese al fuego y de suspensión temporal de las hostilidades
mediante una tregua bilateral puede lograrse en las actuales
condiciones, aceptando que es un proceso de negociación
intensa y difícil, cuya perspectiva debe ser avanzar
hacia una tregua multilateral que comprometa tanto los dos
procesos de diálogo como la responsabilidad estatal
frente al desmonte y control del paramilitarismo.
Se
discute que esta exigencia es elevada, que con la ofensiva
paramilitar en ciernes es imposible y que las partes están
interesadas en consolidar primero campañas militares
como factor político de acumulación. A todo
ello discutimos que la meta de la paz es elevadísima
y en consecuencia son altas también las metas de todos
sus presupuestos. Que la exigencia imperiosa del respeto al
derecho a la vida y el principio que demanda en la guerra
respetar la inmunidad de la población civil no tiene
espera. Y que tal propuesta tiene como fundamento actual avanzar
hacia el entendimiento político en una situación
favorable.
Una
tregua en lo referido al empleo de la fuerza militar tiene
que priorizar ante todo dos demandas: De una parte en el cese
de todo acto hostil contra la población civil, los
combatientes puestos fuera de combate y los bienes civiles.
Y de otra parte un cese de las campañas, los operativos
y todo tipo de ataque o acción de carácter ofensivo.
En
términos de la territorialidad vale con realismo aceptar
el acantonamiento en los lugares o regiones de presencia real
de las fuerzas, la neutralización militar de tales
áreas y un esquema flexible y progresivo de resolverlo.
Es casi imposible resolver de inmediato un acuerdo completo
de territorialidad, pero si se consigue que predomine la voluntad
política, si se suspenden las acciones ofensivas y
si se recurre a una amplia red nacional, regional y local
de acompañamiento, observación y veeduría
pueden acordarse términos.
Una
tregua inmediata y temporal no puede pretender cláusulas
de desmonte total de los dispositivos y los operativos militares
de la insurgencia, en términos de lo que corresponderá
a acuerdos futuros o a un armisticio de cesación definitiva
de las hostilidades. Por consiguiente no es viable que implique
la prohibición de aspectos como el reclutamiento, los
entrenamientos, las formaciones, el despliegue de fuerzas
en las áreas reconocidas para el efecto, los retenes
de acceso convenidos y en general los dispositivos militares
de carácter técnico, logístico, de comunicaciones,
inteligencia, propaganda, tácticos y estratégicos,
siempre que no impliquen realizar acciones ofensivas, y por
el contrario, serían admisibles los operativos y las
acciones defensivas, en respuesta a ataques ofensivos de la
parte contraria.
Continúa...
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